a reir sin parar
ante la situación de mierda
bajo sospecha de inutilidad
con la impotencia a flor de piel
contra lo insensible
de memoria sugestionada
desde el rincón más inhóspito
en la más mísera posición
entre huecos de arena
hacia la eternidad
hasta la más breve eternidad
para extenuar un lugar
por extenuar ese lugar
según la propia experiencia
sin la más mínima intención
sobre parámetros oscuros
tras una larga peregrinación axiomática
durante la estadía de la muerte,
mediante el grito de la voces.
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